domingo, 9 de agosto de 2020

Ladran, luego cabalgamos

El titulo del post de hoy se debe a una frase que usaba mucho mi padre.

También repetía constantemente "¿Blanco y en botella? Malibu!" Pero no la veía tan apropiada para ponerla como titular.
Como ya sabéis, y si no aquí estoy para refrescaros la memoria, perdí a mi padre el 7 de noviembre del 2018.

En nada hará dos años que se fue y a día de hoy sigo sin hacerme a la idea de que ya no está.

Aún me sorprendo a mi misma de vez en cuando escribiendo algún mensaje en nuestra conversación de whattsapp y al ir a enviarlo caer en la cuenta de que no lo va a leer nunca.

Mi padre y yo nunca tuvimos una relación padre-hija típica y normal. Mis padres me tuvieron con 17 y 18 años, y cuando apenas tenia unos meses, mi padre se tuvo que ir a hacer el servicio militar y se perdió mis primeros pasos y mis primeras palabras.
Cuando volvió yo tenia casi 3 años y fue cuando por fin mi madre y él se fueron a vivir juntos, y empezar una vida en familia.

Pero mi padre estaba poco por casa. 
La paternidad le había venido de sorpresa y le venia grande. 
Y no le culpo, aunque cuando era pequeña no lo entendía y me enfadaba cada vez que quería hacer algo con él pero ya tenia otros planes como irse con sus amigos a tomar cervezas o a algún concierto de Ozzy Ousborne, La Polla Records o los Gun's & Roses.

Con los años crecí y lo entendí.
Sobretodo cuando él volvió a ser padre de nuevo, ya con 30 años y una vida muy diferente.

Todo esto es algo que hable largo y tendido los últimos dos años antes de fallecer y dejamos las cosas más que aclaradas y zanjadas, sin malos rollos ni rayadas, y menos mal.

Porque mi padre y yo, por culpa de varias trifulcas familiares estuvimos unos cuantos años distanciados y sin ningún contacto.

Y todo ese tiempo que no pude disfrutar de él y de mi hermano, es una herida demasiado grande y dolorosa que llevo en el alma ya para siempre.

Como decía, un par de años antes de irse de manera precipitada, empezamos a tener una relación "normal" si es que la palabra normal se podía asignar a nosotros.

Me encantaba ir a verle a su casa, y que se pasara horas enseñándome vídeos de YouTube de algún grupo punk que había descubierto, que me "adoctrinara" con sus discursos independentistas, que me hablara emocionado de lo mucho que le había gustado el último capitulo de Sons of Anarchy que había visto o de como flipaba con Vikings y con la cultura vikinga.

Recuerdo nuestra ultima conversación como si fuera ayer.

Fue un sábado,15 de septiembre. 
Una buena parte de la familia nos reunimos en su casa para celebrar el cumpleaños de mi prima pequeña Helena.

Le había llevado a él un regalo que sabia que le iba a encantar (y así fue, yo nunca fallo con mis regalos) 
Una botella de Fuego Valyrio que luego, cuando todos se fueron al terminar la fiesta, ambos degustamos en varios chupitos mientras hablábamos de nuestras cosas.

En aquella época yo llevaba un año de luto por mi ultima ruptura sentimental. Mi padre me dijo que no quería verme así de triste, y fingiendo risas y carcajadas ante todos cuando en realidad por dentro estaba destrozada.

Quería volver a verme feliz como un par de años atrás.

Por eso me pidió que luchara siempre por lo que quería, fuera un sueño, como el querer ser madre, un trabajo o alguien que me gustara/quisiera.

Me hizo prometerle que no me rendiría nunca ni dejaría que la vida me moliera a palos y disgustos como había hecho hasta ahora.

Y que le echara valor y que hiciera que las cosas que deseaba, sucedieran.

Y se lo prometí. 
La madrugada del 7 de noviembre, alrededor de las 5:30 de la madrugada, mi padre nos dejaba a causa de una subida de tensión mientras dormía.

Todavía recuerdo cuando me llamó mi hermano una hora después para darme la noticia y me quede paralizada. 
No podía hablar ni respirar y le colgué.

Pase de no poder hablar a chillar. 
Chillar de rabia, de dolor, de impotencia...

Y tras 5 minutos gritando y maldiciendo todo, llame a mi hermano para comprobar si lo que me había dicho era verdad o lo había imaginado.

Pero no eran imaginaciones, no. 
Mi padre había fallecido con 53 años, de la manera mas absurda posible y solo 4 meses después de morir mi abuelo.

Los días posteriores fueron una pesadilla.

Porque ademas todo fue muy lento. 
De fallecer un miércoles y no poder darle descanso hasta el domingo.

Fueron días de ir y venir de mi casa en Terrassa a la suya en Santa Coloma de Gramanet.

Días de ver a mucha gente. 
Gente que no conocía, gente que hacia años que no veía, gente que era un alivio ver y gente que era como echar sal a la herida (básicamente, mi abuela y una de mis tías)
El velatorio fue un lugar de reunión de gente de lo más variopinta.

Mi padre era muy querido en toda Santa Coloma.
Llevaba mas de 20 años trabajando en el CAP de Singuerlín y le querían desde los médicos y las enfermeras hasta las viejecitas que iban a por sus recetas cada mes.

Así que allí se juntaron desde gente trajeada, gente del barrio de toda la vida, punkies y redskins amigos de mi padre en los últimos años y amigos de la juventud de mi padre que vestían más "normal"

Fue curioso la verdad.

La ceremonia de despedida fue de aquellas que ponen la piel de gallina.

Mi hermano se arranco a dar un discurso improvisado y aguanto el tipo mientras hablaba ante todos, casi sin titubear. 

Fue el autentico héroe aquel día. 
 Le admiro muchísimo por la fuerza que saco en un momento como ese, porque yo fui incapaz.

Sonaron canciones poco usuales para un funeral.
Obreros somos de Los Muertos de Cristo , Brothers In Arms de Dire Straits y Els Segadors.

Minutos antes de la ceremonia, pude darle un último beso y poner una carta de despedida dentro de su chaqueta.

Mi padre se fue al Valhalla vestido con sus tejanos, sus botas negras, sus tirantes, una de sus camisas, su boina y su Harrington.

Después de su muerte, ya nada es igual.

Pensé que un golpe así de duro uniría más a la familia y nos haría más fuertes, pero ha sido todo lo contrario.

Con el paso de los meses la distancia se ha hecho cada vez mas grande y todos somos mas débiles y quebradizos.

Solo espero que el paso del tiempo nos vaya curando a todos poco a poco.

Solo eso...
Papa, ladran, luego cabalgamos...

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